Nos hemos quitado la careta de siempre, la del conformismo y la desidia, la del "es así, que se le va a hacer" para ponernos una que lleva esperando polvorienta demasiado tiempo, la que todos tenemos guardada, la de la sonrisa maliciosa que nos va a salvar el culo. No se hace historia en las casas, la escribimos en las calles, en las universidades y en las aceras más mugrosas de la ciudad.