26 de agosto de 2011


Fantasmas de humo sobrevuelan los alrededores. Vieron caer al gigante, una abrumadora sensación no apta para mentes frágiles que se despeñan por acantilados de niebla. Inventaron el motivo y falsearon el regreso. Beatos estúpidos que afirmaron su muerte, ponen ahora en juicio su fe mientras observan movimientos de cenizas. Se le ha negado el calor de los cuerpos y el estremecimiento de las almas dándo a cambio sangre y mentira. Y ya no siente nada.

23 de agosto de 2011

Dejémonos de palabrería barata y metáforas barrocas. Existen muchos tipos de tíos, muchos sí, pero jamás diré que demasiados. Hagámos una criba empezando por, a mi parecer, los peores. Aquellos a los que les acaba de dejar la zorra de turno que llevaba engañándoles toda una vida, engaños que él perdonaba una y otra vez hasta que ella recibió el empujoncito (de otro) que necesitaba para dejar a esa mezcla de madre empalagosa y hermano pequeño pedante al que hacía la vida imposible. El siguiente en la lista es ese tío que te convierte en su musa oficial, aquella sin la que no puede ni comprarse unas putas zapatillas decentes. Ese que te llama cuando se levanta, cuando le pega el primer mordisco al bocadillo y cuando se lo acaba. Oh genial cariño! Estaba ansiosa por saber como te había sentado tu mierda de almuerzo. Prosigamos. El más crispante de toda esta panda de capullos es el que decide omitir voluntariamente todos sus gustos y amoldarse a los tuyos. ¡Mentira! no has visto mi película favorita, no has leído mi último libro, no sabes quién es mi escritor preferido y no, no voy a quedarme a explicartelo. Entramos ahora en el fabuloso mundo de los agnósticos, aquellos a los que le da igual que estés con ellos, que no, que te tires a su amigos, que te líes con su hermana o que le hagas una felación a su padre en la cena de nochebuena. Aquellos a los que les pinchas y no sangran, esas oscuras réplicas de tu abuelo en silla de ruedas. No sois interesantes, tenéis un serio problema de actitud. Medicaos. Tras estos llegan mis preferidos, los nómadas, o los que tus amigas comúnmente denominan hijos de puta, cabrones, mamonazos... vamos, los de siempre. El tipico ególatra de mirada esquiva al que su madre todavía le lame el flequillo cuándo sale de casa mientras le repite lo guapísimo que es. Ese que vino, te folló y se fué.
Y para terminar, en la cumbre de la indecencia y la mentira, estas tú, corazón.
Quien te quiere te busca, quien te quiere aporrea la puerta de tu casa borracho a altas horas de la madrugada, cansado y apático de tanto jaleo, en busca de lo que sólo tú puedes darle. Quien te quiere sabe reconocer tu nuca de entre la de miles de manifestantes. Él sabría modelarte en barro sin abrir los ojos, colocando cada peca en su lugar, acertado cada arañazo y perfeccionando la curva que tu pecho forma cuando muere. Quien te quiere no puede dejarte ir y sigue buscando tu cintura en otros cuerpos mientras el barullo de los demás le resulta cada día mas insoportable, porque para quien te quiere no existen límites, ni silencios, ni finales. Quien te quiere, te busca, no os equivoquéis.

22 de agosto de 2011

Gracias señoras y señores, me gustaría retribuir tanta gentileza con ternura y civilidad, desgraciadamente ustedes estarán siempre allí y eso es acantilado a pique, máquina para moler la sombra, insoportable exageración de una bondad armada de garras de coral. Cada vez me parece más penoso complicar la existencia ajena, pero no queda ninguna isla desierta, ninguna arboleda de mala fama, ni siquiera un corralito para encerrarme en él y, desde allí, mirar a los demás bajo la luz. ¿Tengo yo la culpa de ser un unicornio?

5 de agosto de 2011

Bajé albrotada, ahora siempre llego tarde. Mientras el ascensor iba haciendo la cuenta atrás yo me iba colocando las sandalias y metía en la mochila todo lo que estaba desperdigado por el suelo. Cuando el cero llegó se abrieron las puertas y salí, en el buzón no había gran cosa, algo de propaganda y un par de cartas del banco. Abrí la puerta de la calle y cuando levanté la mirada allí estaba él. Me costó reconocerlo, hacía años que no le veía, me chistó y me dijo "te estaba esperando", yo seguía llegando tarde a la cita con otro que no era él. Me recolocó el pelo detrás de la oreja justo antes de darme dos besos y me contó que hacía demasiado que no sabía de mi, que me había leído en el periódico y que besaba igual que escribía. Me lo tomé como un cumplido. Noté en sus ojos que había estado buscando este momento, como si hubiera averiguado que esta era la ocasión perfecta para aparecer de nuevo y atacar. Empezó a decirme lo mucho que me había echado de menos y mientras seguía mintiendo yo intentaba recordar sus apellidos y la razón por la que le dejé. Me recordó lo mucho que le gustaba el lunar de mi espalda y las noches de secuestro por la ciudad. Yo no recordaba aquello con demasiada ilusión y mentí, estábamos a la par. Me preguntó si iba a algún sitio y mientras dejaba tirado al que me hablaba al otro lado del teléfono, le dije que no, que había bajado a comprar tabaco y mentí una vez más, ya iban tres. Mientras me sentaba en su coche las puertas retumbaron ante el "eres preciosa" más de manual que había oído en mi vida, me reí ante su grandísima falta de picardía y escuela, pero aún así me quedó una risilla de lo más dulce a su parecer. Fuimos a dar una vuelta por los garitos donde solíamos ir cuando salíamos con más gente y entre tercio y tercio me confesó que había estado con demasiadas golfas tías y que con ninguna se sintió tan bien como conmigo. Cuando iba a salir disparada otra risa de lástima me di cuenta que esto no era mentira, que sí, que quería follarme contra la pared lo más guarro posible, eso estaba claro, pero ví que me quiso, que le dolí y que le he dolido. Ahora estaba al descubierto, frágil, débil y moldeable. Su máscara de cantante trasnochado adicto a las tías y al vicio caro se había caído contra el suelo haciendo un ruido tremendo. No mentimos más durante toda la noche. Cuando me llevó a casa me pidió que le llamara, yo asentí con la cabeza mientras le sonreía.
Esa fue la última vez que mentí.