Me despido ya, me despido de la despedida que no tuvimos y no hay ni sollozos ni demasiada rabia ante lo que se anunció como la hecatombe de nuestras vidas, el incencio más prolongado, la montaña rusa de las latidos.
Se esperó demasiado de la nada, se buscó un fin adecuado, acorde con lo grandes que fuimos, una lucha de gigantes digna de los libros de historia. Ahora el tedio ha llegado, con demasiado retraso y ha estipulado que esto se desacelera y que lo hace tan tristementemente que no va a consentir que me quede a contemplar cómo las escobas más viejas de la ciudad limpian la mierda que han dejado los días.
Esto sí es tuyo.