Cuando el mundo estalló no le importó ni gritó, llevaba tiempo oliéndose ese final. Mientras, los ingenuos bastardos correteaban despistados y atudidos buscando alguien a quien ofrecer sus últimos suspiros rancios, en ese momento ella los miraba y se reía apurando su último cigarro a la vez que espolsaba las sábanas para quitarles el olor del último que tuvo el valor de trasnochar en ellas.