22 de agosto de 2011

Gracias señoras y señores, me gustaría retribuir tanta gentileza con ternura y civilidad, desgraciadamente ustedes estarán siempre allí y eso es acantilado a pique, máquina para moler la sombra, insoportable exageración de una bondad armada de garras de coral. Cada vez me parece más penoso complicar la existencia ajena, pero no queda ninguna isla desierta, ninguna arboleda de mala fama, ni siquiera un corralito para encerrarme en él y, desde allí, mirar a los demás bajo la luz. ¿Tengo yo la culpa de ser un unicornio?