Él me ha servido para conocerme, para ver hasta dónde podía llegar. Generalmente guardo silencio. Puede que te hayas preguntado por qué. La verdad es que no tengo nada que decir. De todas las cosas que escucho, nada hay que me provoque, nada que me empuje a intervenir. Ahora mismo estoy hablándote y lo hago porque me lo he propuesto así, porque me gusta haber hallado a alguien que se le parezca, pero no por ti, no por el diálogo que podríamos mantener, porque demasiado sé cuánto me puedes decir, cuánto puedes dar de ti mismo y, francamente, no me interesa.