He visto como
te mueves y como recorres lascivamente con tu lengua mis orejas. Recuerdo a menudo tus latigazos y tus
súplicas encamadas. Tu cuerpo siempre me ha saludado desde lejos con tan solo
oler mi pelo y tus articulaciones se han paralizado millones de veces mientras
cabalgaba encima tuya. Me has querido matar, has muerto por ello y aún así tus
mejores erecciones siempre llevarán mi nombre. Bien grande.