12 de febrero de 2011

Y mientras te como los pechos desde su luna llena hasta el pezón, poco a poco, como a ti te gusta, dándote furtivos lametazos y mordiscos, mientras te devoro la oreja con la lengua, soy incapaz de mirarte a la cara.
Y no porque no sienta deseo, hace meses que no te he deseado tanto, y lo agradeces con voluptuosos movimientos de cadera y gemidos que suenan a vítores, sino porque temo que bucees en mis ojos y te des cuenta de que este polvo no es el preludio de un matrimonio carnal sino la antesala del abismo.